La arquitectura boliviana rescata los edificios de Tiwanaku construidos con grandes bloques de piedra labrada con excelente ensambladura y las construcciones incaicas como los palacios de la Isla del Sol, Isla de la Luna y los fuertes militares de Samaipata e Incallajta por ejemplo.
En la época colonial se destacan los edificios religiosos barroco mestizos del siglo XVII que combinan elementos mitológicos europeos y nativos. La Iglesia de San Lorenzo de Potosí, la Basílica de San Francisco de La Paz y las iglesias de las Misiones Jesuíticas son obras representativas de este periodo.
Luego de la independencia, surgen nuevos estilos como el neoclásico con la Catedral de Potosí de Manuel Sanahuja; y el academicismo francés con el Palacio de Gobierno de José Núñez del Prado y la Catedral de Santa Cruz de la Sierra de Felipe Bertrés. A fines del siglo XIX, se impone el eclecticismo reflejado en obras como el Palacio de la Glorieta de Antonio Camponovo que combina 14 estilos arquitectónicos.
En el siglo XX surgen estilos como el neotiahuanaco con el Museo Nacional de Arqueología de Arturo Posnasky; y el academismo oficial con el Palacio Legislativo de Camponovo. En la utilización de ambos estilos se distingue Emilio Villanueva, quien es considerado el más importante arquitecto boliviano del siglo por obras como la Alcaldía de La Paz (1925), el Banco Central de Bolivia (1926) y el complejo de la Universidad Mayor de San Andrés (1941-1948).
El cholet, estilo del siglo XXI —término originado por la combinación de las palabras «cholo» y chalet—es una construcción con las características de un chalet, en la última planta de un edificio de 3 a 7 niveles destinados a usos comerciales o viviendas. El cholet es generalmente habitado por el propietario del inmueble.
Este tipo de construcción comenzó a aparecer en la zona sur de La Paz, y en Cochabamba, haciéndose muy frecuente en la ciudad de El Alto, siendo muchos de ellos diseño del arquitecto Freddy Mamani.